Hace millones de años, durante la orogenia alpina, la placa ibérica chocó con la placa europea y del fondo del mar surgieron fabulosas montañas. Entre sus pliegues se generaron ríos, valles, grutas, acantilados y playas en los que bulle la naturaleza.
Por eso hoy, en poco más de 5.300 kilómetros cuadrados (somos la segunda comunidad autónoma más pequeña de España) Cantabria despliega un formidable abanico de paisajes y ambientes.
Están sus costas, jalonadas de acantilados y playas bañadas por un mar salvaje en invierno y cálido en verano. Están sus valles siempre verdes, repletos de sorpresas, y los pasos de montaña que los comunican. Está su cordillera, culminando en las torres de Picos de Europa como montañas emergidas del próximo océano que delimitan la España Verde. Y están los valles del sur, adentrándose ya en la España Mesetaria.
Historia y naturaleza se superponen en una amalgama de paisajes que harán las delicias de los viajeros más exigentes.
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